por Gabriela Marrón
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Cuando empezaba a olvidarse de Galatea, llegó Odiseo con el vino.
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“¿Adónde llevará este hilo?”, se preguntó Asterión.
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Las milenarias hijas de Aquelo ya ni siquiera recordaban la letra.
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“Me rindo”, dijo Edipo. Y la esfinge sonrió.
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