datos de las manos que teclean

Introducción

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La más famosa y amplia colección de canciones y poesías latinas medievales se ha conservado en el Codex Latinus 4660, que perteneció a la biblioteca del monasterio benedictino de Beuron y en el año 1803 fue adquirido por la Biblioteca de Munich, donde se encuentra actualmente.
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El Codex Buranus, tal como ahora aparece, data de los últimos años del siglo XIII y reúne las producciones poéticas de diversos goliardos. Varios poemas latinos son de época anterior, pero resulta prácticamente imposible establecer su origen: muchos textos aparecen ya en otros manuscritos, otros pueden considerarse copiados de antologías privadas perdidas, apresuradamente y sin gran cuidado.
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Por otra parte, a excepción de unos pocos poemas, los carmina burana se deben por lo general a autores anónimos. Y, como lamenta Le Goff (1965:34), todo parece confabularse para ocultarnos el rostro de los goliardos: se los trata de vagabundos, rufianes, juglares y bufones; pero tampoco faltan quienes ven en ellos creadores revolucionarios, abiertos a todas las formas declaradas de oposición al régimen feudal.
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En realidad, hasta la propia etimología del término goliardo nos es desconocida. Sólo hemos conservado algunos detalles biográficos de ciertos goliardos, colecciones de poesías bajo su nombre –individual o colectivo– y textos contemporáneos que los condenan o denigran.
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Fueron de origen urbano, campesino o hasta noble. Eran errantes sin recursos, integraban grupos de estudiantes pobres en las escuelas urbanas, vivían de lo que encontraban. No tenían domicilio fijo, ni gozaban de prebenda o beneficio alguno. Se lanzaban a la aventura intelectual tras el maestro que les gustaba, iban a buscar las enseñanzas impartidas de ciudad en ciudad. Fueron, ante todo, personas errantes, representantes típicos de una época en que el crecimiento demográfico, el despertar del comercio y el surgimiento de las ciudades hacían estallar las estructuras feudales, arrojando a los caminos a los marginales y reuniendo en sus encrucijadas a los desplazados.
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Es en este contexto donde la voz de esos audaces clérigos vagantes pone de relieve la exaltación de una Edad Media prácticamente desconocida: despreocupada y mundana, bohemia y desacralizadora, libre y anárquica. Sirviéndose de la música y la literatura culta, los goliardos fueron los únicos que cantaron, recogieron y transmitieron una especial alegría por el cuerpo: la sátira moral, los juegos de azar, las mujeres y el vino fueron sus tópicos predilectos.
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Este trabajo propone una lectura contextualizada de siete carmina pertenecientes a dicho Codex Buranus, seleccionados en función de un criterio estrictamente temático. Los textos elegidos se presentan acompañados por versiones españolas en prosa y una serie de notas orientadas a facilitar la lectura de los originales latinos mediante la aclaración de las particularidades métricas, lingüísticas y literarias estimadas pertinentes.
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Excepto el fragmento de la Confessio Goliae (CB 191), atribuida al Archipoeta de Colonia, y el CB 164, que aparece firmado por el Primado de Orléans, la autoría del resto de los textos de nuestra breve antología nos es desconocida.
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El CB 193 presenta una versión del tradicional debate medieval entre el agua y el vino. Sobre el desarrollo posterior de este tópico en las distintas lenguan romances resulta sumamente recomendable el artículo de J. H. Hanford consignado en el apartado bibliográfico.
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En todos los casos, tanto la numeración como los textos de las versiones latinas han sido tomados de la edición de Hilka & Schumann, no así el orden de lectura sugerido en este trabajo.
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Las versiones españolas propuestas intentan privilegiar la intelección de los textos originales, por lo que he preferido producir textos adaptados a la variedad dialectal bonaerense de la lengua española.
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Todo escrito se construye en función de un lector hipotético. En este caso, tanto la presente introducción, como las traducciones y notas que enmarcan los siete carmina potatoria seleccionados, fueron originalmente concebidos para un destinatario versado en los rudimentos básicos de esa lengua latina que arbitrariamente se ha dado en llamar clásica. Pero gracias a internet, ese limitado perfil de lector se irá ampliando en función de los intereses y necesidades de los internautas que arriben al blog, de manera que este pequeño corpus de poco "sobrias" producciones poéticas termine por "brindarse" un poco a todos los que se le animen.
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Gabriela Marrón
Bahía Blanca, 6 de marzo de 2005

No hay comentarios:

dijo W. BENJAMIN sobre las traducciones

"Así como el tono y la significación de las grandes obras literarias se modifican por completo con el paso de los siglos, también evoluciona la lengua materna del traductor. Es más: mientras la palabra del escritor sobrevive en el idioma de éste, la mejor traducción está destinada a diluirse una y otra vez en el desarrollo de su propia lengua y a perecer como consecuencia de esta evolución."

de Walter Benjamin, "La tarea del traductor", en Angelus Novus, trad. de H. A. Murena, Barcelona, Edhasa, 1971, pp. 127-143.


dijo BORGES sobre las traducciones

¿A qué pasar de un idioma a otro? Es sabido que el Martín Fierro empieza con estas rituales palabras: "Aquí me pongo a cantar - al compás de la vigüela." Traduzcamos con prolija literalidad: "En el mismo lugar donde me encuentro, estoy empezando a cantar con guitarra", y con altisonante perífrasis: "Aquí, en la fraternidad de mi guitarra, empiezo a cantar", y armemos luego una documentada polémica para averiguar cuál de las dos versiones es peor. La primera, ¡tan ridícula y cachacienta!, es casi literal.

Jorge Luis Borges, La Prensa, Buenos Aires, 1 de agosto de 1926.