datos de las manos que teclean

Cantiga Sefardí

(versión libre en español por Gabriela Marrón)
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lloran por lluvia los árboles
las montañas
.....................por el aire
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y lloran mis ojos por vos
........................................amada
........................................amante
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vuelvo y me digo ¿qué va a ser de mi?
en tierras ajenas
...........................me veo morir
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tengo un ángel enfrente
que me mira
....................con sus ojos
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quiero llorar
...................no puedo
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mi corazón suspira
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vuelvo y me digo ¿qué va a ser de mi?
en tierras ajenas
...........................me veo morir
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Cantiga Sefardí
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Arvoles yoran por luvyas
I muntanyas por ayres
Ansi yoran los mis ojos
Por ti, kerida amante
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Torno i digo: ke va ser de mi?
En tierras ajenas yo me vo murir
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Enfrente de mi ay un andjelo
Kon sus ojos me mira
Yorar kero i no puedo
Mi korason suspira
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Torno i digo: ke va ser de mi?
En tierras ajenas yo me vo murir
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dijo W. BENJAMIN sobre las traducciones

"Así como el tono y la significación de las grandes obras literarias se modifican por completo con el paso de los siglos, también evoluciona la lengua materna del traductor. Es más: mientras la palabra del escritor sobrevive en el idioma de éste, la mejor traducción está destinada a diluirse una y otra vez en el desarrollo de su propia lengua y a perecer como consecuencia de esta evolución."

de Walter Benjamin, "La tarea del traductor", en Angelus Novus, trad. de H. A. Murena, Barcelona, Edhasa, 1971, pp. 127-143.


dijo BORGES sobre las traducciones

¿A qué pasar de un idioma a otro? Es sabido que el Martín Fierro empieza con estas rituales palabras: "Aquí me pongo a cantar - al compás de la vigüela." Traduzcamos con prolija literalidad: "En el mismo lugar donde me encuentro, estoy empezando a cantar con guitarra", y con altisonante perífrasis: "Aquí, en la fraternidad de mi guitarra, empiezo a cantar", y armemos luego una documentada polémica para averiguar cuál de las dos versiones es peor. La primera, ¡tan ridícula y cachacienta!, es casi literal.

Jorge Luis Borges, La Prensa, Buenos Aires, 1 de agosto de 1926.