(versión libre en español por Gabriela Marrón)
Se dice que entonces Ascanio, antes habituado a espantar ágiles fieras, lanzó una flecha y derribó hábilmente al fornido Numano, conocido como Rémulo y recientemente casado con la hermana menor de Turno. Numano iba delante de la primera línea de guerreros, con el pecho inflamado por su nueva posición y soltando a gritos palabras dignas e indignas de referir. Avanzaba, gigantesco, en el clamor: “Frigios, cautivos ya en dos oportunidades, ¿no les avergüenza estar nuevamente cercados y oponer a la muerte una simple muralla? ¡Estos son los que buscan apropiarse de nuestras esposas con la guerra! ¿Qué dios o qué locura los condujo a Italia? No hay aquí Atridas, ni un Ulises que urda palabras: nuestra estirpe es dura desde su origen, sumergimos nuestros hijos en el río apenas nacen, curtiéndolos con el implacable hielo y las corrientes de agua. Los niños se desvelan por cazar venados y asedian los bosques: domar caballos y lanzar flechas tensando el arco es un juego para ellos. Los jóvenes, habituados a vivir con poco, soportan el trabajo: cultivan la tierra con azadas o asedian fortificaciones en guerra. Toda nuestra vida se consume con el hierro: golpeamos el lomo de los novillos sosteniendo la lanza al revés. Ni altera nuestro vigor, ni debilita nuestra fuerza de voluntad la pesada vejez: nos aplastamos las canas con el casco, siempre nos alegra obtener nuevos botines de guerra y vivir de los despojos. La pereza, las ropas teñidas de azafrán y nítida púrpura, abandonarse al canto y las danzas: eso les gusta a ustedes. Sus túnicas tienen mangas y sus mitras cintas. ¡Oh frigias –mejor dicho, porque frigios no son– vayan a través del Díndimo, donde la flauta doble les proporciona el canto al que están acostumbrados. Los tamboriles y el boj berecintio de la madre del Ida los reclaman: dejen las armas en manos de los hombres, reconózcanse inferiores en el manejo del hierro.” Ascanio no toleró que lanzara esas palabras y pregonara tamañas ofensas. Giró hacia él, estirando el arco con ambas manos en direcciones opuestas, alistó la flecha sobre la tensionada cuerda de crin de caballo y, antes de disparar, dirigió a Júpiter un voto como suplicante: “Omnipotente Júpiter, da una señal favorable a mis valientes inicios. Yo mismo conduciré anualmente a tu templo una ofrenda: presentaré en el altar un radiante novillo con la frente dorada y la cabeza tan alta como su madre, ya capaz de embestir con sus cuernos y de disgregar la arena con sus patas.” El Padre lo escuchó, tronó en señal de asentimiento desde un sector despejado del cielo, a la izquierda, y simultáneamente resonó el mortífero arco. La flecha, tensionada hacia atrás, voló con horrible estridencia, llegó a la cabeza de Rémulo y atravesó con el hierro sus blandas sienes. “Andá, ridiculizá el valor con palabras soberbias. Esta es la respuesta que le dan a los rútulos esos frigios ya dos veces cautivos”. Es todo lo que dice Ascanio. Los teucros lo siguen con clamor, braman de alegría y su ánimo se eleva a los astros.
Apolo, el de larga cabellera, casualmente sentado sobre una nube en la extensión del cielo, observaba la ciudad y el ejército ausonio desde las alturas. Entonces, dirige estas palabras al victorioso Julo: ¡Bien por tu incipiente valor, jovencito, así se llega a los astros! ¡Bravo, descendencia divina y futuro padre de dioses! Bajo la casa de Asáraco se aplacan, con justicia y por voluntad del hado, todas las guerras futuras: Troya te resulta pequeña.” Dice esto y simultáneamente se arroja desde lo alto del cielo, surca las brisas que soplan y busca a Ascanio. Muda la forma de su rostro bajo la apariencia del anciano Butes, antes escudero y fiel custodio de la morada del dardanio Anquises, ahora cedido por Eneas como acompañante a Ascanio. Apolo, que avanzaba similar en todo al anciano –voz, color de piel, blancos cabellos y armas de terrible estridor– dirige estas palabras al ardoroso Julo: “Que te sea suficiente, descendencia de Eneas, el haber enfrentado impunemente a Numano con tus flechas. El magno Apolo te otorga esta primera gloria y no niega que tus armas puedan equipararse a las suyas. Por lo demás, jovencito, dejá de combatir.” Así habló Apolo, pero en medio del discurso abandonó su apariencia humana y se sustrajo a la vista disipándose en un aura tenue a lo lejos. Los jefes dardanios reconocieron al dios, advirtieron sus divinas flechas y escucharon el sonido de su carcaj al retirarse.
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Eneida 9, 590-660.
Tum primum bello celerem intendisse sagittam
dicitur ante feras solitus terrere fugacis
Ascanius, fortemque manu fudisse Numanum,
cui Remulo cognomen erat, Turnique minorem
germanam nuper thalamo sociatus habebat.
is primam ante aciem digna atque indigna relatu
uociferans tumidusque nouo praecordia regno
ibat et ingentem sese clamore ferebat:
'non pudet obsidione iterum ualloque teneri,
bis capti Phryges, et morti praetendere muros?
en qui nostra sibi bello conubia poscunt!
quis deus Italiam, quae uos dementia adegit?
non hic Atridae nec fandi fictor Vlixes:
durum a stirpe genus natos ad flumina primum
deferimus saeuoque gelu duramus et undis;
uenatu inuigilant pueri siluasque fatigant,
flectere ludus equos et spicula tendere cornu.
at patiens operum paruoque adsueta iuuentus
aut rastris terram domat aut quatit oppida bello.
omne aeuum ferro teritur, uersaque iuuencum
terga fatigamus hasta, nec tarda senectus
debilitat uiris animi mutatque uigorem:
canitiem galea premimus, semperque recentis
comportare iuuat praedas et uiuere rapto.
uobis picta croco et fulgenti murice uestis,
desidiae cordi, iuuat indulgere choreis,
et tunicae manicas et habent redimicula mitrae.
o uere Phrygiae, neque enim Phryges, ite per alta
Dindyma, ubi adsuetis biforem dat tibia cantum.
tympana uos buxusque uocat Berecyntia Matris
Idaeae; sinite arma uiris et cedite ferro.'
Talia iactantem dictis ac dira canentem
non tulit Ascanius, neruoque obuersus equino
contendit telum diuersaque bracchia ducens
constitit, ante Iouem supplex per uota precatus:
'Iuppiter omnipotens, audacibus adnue coeptis.
ipse tibi ad tua templa feram sollemnia dona,
et statuam ante aras aurata fronte iuuencum
candentem pariterque caput cum matre ferentem,
iam cornu petat et pedibus qui spargat harenam.'
audiit et caeli genitor de parte serena
intonuit laeuum, sonat una fatifer arcus.
effugit horrendum stridens adducta sagitta
perque caput Remuli uenit et caua tempora ferro
traicit. 'i, uerbis uirtutem inlude superbis!
bis capti Phryges haec Rutulis responsa remittunt':
hoc tantum Ascanius. Teucri clamore sequuntur
laetitiaque fremunt animosque ad sidera tollunt.
Aetheria tum forte plaga crinitus Apollo
desuper Ausonias acies urbemque uidebat
nube sedens, atque his uictorem adfatur Iulum:
'macte noua uirtute, puer, sic itur ad astra,
dis genite et geniture deos. iure omnia bella
gente sub Assaraci fato uentura resident,
nec te Troia capit.' simul haec effatus ab alto
aethere se mittit, spirantis dimouet auras
Ascaniumque petit; forma tum uertitur oris
antiquum in Buten. hic Dardanio Anchisae
armiger ante fuit fidusque ad limina custos;
tum comitem Ascanio pater addidit. ibat Apollo
omnia longaeuo similis uocemque coloremque
et crinis albos et saeua sonoribus arma,
atque his ardentem dictis adfatur Iulum:
'sit satis, Aenide, telis impune Numanum
oppetiisse tuis. primam hanc tibi magnus Apollo
concedit laudem et paribus non inuidet armis;
cetera parce, puer, bello.' sic orsus Apollo
mortalis medio aspectus sermone reliquit
et procul in tenuem ex oculis euanuit auram.
agnouere deum proceres diuinaque tela
Dardanidae pharetramque fuga sensere sonantem.
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