datos de las manos que teclean

Eneida 4, 129-173

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Oceanum interea surgens Aurora reliquit.
it portis iubare exorto delecta iuuentus,
retia rara, plagae, lato uenabula ferro,
Massylique ruunt equites et odora canum uis.
reginam thalamo cunctantem ad limina primi
Poenorum exspectant, ostroque insignis et auro
stat sonipes ac frena ferox spumantia mandit.
tandem progreditur magna stipante caterva
Sidoniam picto chlamydem circumdata limbo;
cui pharetra ex auro, crines nodantur in aurum,
aurea purpuream subnectit fibula uestem.
nec non et Phrygii comites et laetus Iulus
incedunt. ipse ante alios pulcherrimus ovnis
infert se socium Aeneas atque agmina iungit.
qualis ubi hibernam Lyciam Xanthique fluenta
deserit ac Delum maternam inuisit Apollo
instauratque choros, mixtique altaria circuí
Cretesque Dryopesque fremunt pictique Agathyrsi;
ipse iugis Cynthi graditur mollique fluentem
fronde premit crinem fingens atque implicat auro,
tela sonant umeris: haud illo segnior ibat
Aeneas, tantum egregio decus enitet ore.
postquam altos uentum in montis atque inuia lustra,
ecce ferae saxi deiectae uertice caprae
decurrere iugis; alia de parte patentis
transmittunt cursu campos atque agmina cerui
puluerulenta fuga glomerant montisque relinquunt.
at puer Ascanius mediis in uallibus acri
gaudet equo iamque hos cursu, iam praeterit illos,
spumantemque dari pecora inter inertia uotis
optat aprum, aut fuluum descendere monte leonem.
Interea magno misceri murmure caelum
incipit, insequitur commixta grandine nimbus,
et Tyrii comites passim et Troiana iuuentus
Dardaniusque nepos Veneris diuersa per agros
tecta metu petiere; ruunt de montibus amnes.
speluncam Dido dux et Troianus eandem
deueniunt. prima et Tellus et pronuba Iuno
dant signum; fulsere ignes et conscius aether
conubiis summoque ulularunt uertice Nymphae.
ille dies primus leti primusque malorum
causa fuit; neque enim specie famaue mouetur
nec iam furtiuum Dido meditatur amorem:
coniugium uocat, hoc praetexit nomine culpam.
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Eneida 4, 129-173
(versión libre en español por Gabriela Marrón)
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Mientras tanto, asoma la Aurora dejando el Océano a sus espaldas. Ya insinuado el primer resplandor, equipada con redes de malla amplia, trampas y anchos venablos de hierro, la juventud más selecta franquea las puertas. Corren, junto con los jinetes masilios, los perros de sagaz olfato. En el umbral, los más destacados jefes del pueblo fenicio aguardan a Dido que se demora en el lecho. Erguido, el caballo de la reina se distingue enjaezado de púrpura y oro, golpea con su casco la tierra y muerde, impetuoso, los frenos cubiertos de espuma.
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Finalmente, rodeada por un gran cortejo, avanza Dido envuelta en una clámide sidonia con el borde teñido. Lleva un áureo carcaj, los cabellos atados con hilo de oro y el manto purpúreo sujeto en un broche dorado. También avanzan los compañeros frigios y el feliz Julo. El propio Eneas, más hermoso que todos, se presenta ante los demás como compañero, incorporándose al grupo. Igual que Apolo al abandonar Licia y las aguas del Janto en invierno, cuando visita su materna Delos, renueva los coros y se agitan los cretenses, los dríopes, y los tatuados agatirsos mezclados en torno a los altares. Igual que cuando el propio Apolo atraviesa las cumbres del Cintio, enlaza su amplia cabellera, la ciñe de oro al darle forma con suaves ramas y resuenan las flechas sobre sus hombros. No menos sobrio iba Eneas: tan gran belleza fulge en su egregio rostro.
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Una vez que llegaron a los elevados montes y los intransitables cenagales, cabras salvajes proyectadas de lo alto de una roca descendieron corriendo desde las cumbres. Del otro lado, unos ciervos atraviesan en su carrera el campo raso, reúnen la manada en polvorosa fuga y abandonan los montes. El joven Ascanio se alegra en medio de los valles y, montado en su recio caballo, se adelanta en su curso, ya a estos, ya a aquellos. Ruega que se le presente un jabalí rabioso entre el manso ganado, o que descienda del monte un león de azafranado pelaje.
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Entretanto, el cielo comienza a turbarse con un gran rumor. Ya adherido el granizo a la nube que avanza, los compañeros tirios, la juventud troyana y el dardanio nieto de Venus se dirigen con miedo desde todas direcciones hacia los distintos refugios. Descienden torrentes de agua de los montes. Dido y el jefe troyano llegan a la misma cueva. Primero la Tierra y luego la prónuba Juno dan la señal. Brillaron las antorchas y el cielo cómplice del enlace, ulularon en la alta cima las ninfas.
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Para Dido, ese día fue el primero de su muerte y el primero de sus males. Pues ni la apariencia ni la fama la preocupan. Y no lo considera ya un amor furtivo: lo llama matrimonio y este nombre oculta su falta.
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dijo W. BENJAMIN sobre las traducciones

"Así como el tono y la significación de las grandes obras literarias se modifican por completo con el paso de los siglos, también evoluciona la lengua materna del traductor. Es más: mientras la palabra del escritor sobrevive en el idioma de éste, la mejor traducción está destinada a diluirse una y otra vez en el desarrollo de su propia lengua y a perecer como consecuencia de esta evolución."

de Walter Benjamin, "La tarea del traductor", en Angelus Novus, trad. de H. A. Murena, Barcelona, Edhasa, 1971, pp. 127-143.


dijo BORGES sobre las traducciones

¿A qué pasar de un idioma a otro? Es sabido que el Martín Fierro empieza con estas rituales palabras: "Aquí me pongo a cantar - al compás de la vigüela." Traduzcamos con prolija literalidad: "En el mismo lugar donde me encuentro, estoy empezando a cantar con guitarra", y con altisonante perífrasis: "Aquí, en la fraternidad de mi guitarra, empiezo a cantar", y armemos luego una documentada polémica para averiguar cuál de las dos versiones es peor. La primera, ¡tan ridícula y cachacienta!, es casi literal.

Jorge Luis Borges, La Prensa, Buenos Aires, 1 de agosto de 1926.