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Estoy reducida a ser una cosa que desea a Virginia. Te compuse mentalmente una hermosa carta en las horas de insomnio y pesadilla de la noche, pero se me fue todo: sólo te extraño, de un modo bastante simple y desesperadamente humano. Vos, con todas tus elocuentes cartas, jamás hubieras escrito una frase tan elemental como esa; a lo mejor incluso tampoco la hubieras imaginado. Y sin embargo creo que te permitirías un pequeño margen de sensibilidad. Pero lo vestirías con una frase tan exquisita que acabaría siendo un poco menos real. En mi caso, en cambio, está bastante desnudo: te extraño incluso más de lo que había pensado; y eso que estaba preparada para extrañarte bastante. Así que esta carta es en realidad sólo un grito de dolor. Es increíble cómo has llegado a ser de esencial para mí. Supongo que estás acostumbrada a que la gente te diga estas cosas. Maldita consentida. No voy conseguir que me quieras más abandonándome a vos de esta forma. Ay, amor, no puedo ser ingeniosa y distante con vos: te amo demasiado. Demasiado auténticamente. No tenés ni idea de cómo puedo ser de distante con la gente que no quiero. Lo he transformado en un arte exquisito. Pero vos destruiste mis defensas. Y en realidad no me quejo.
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Pero igual, ya no te aburro más.
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Arrancamos de vuelta y el tren está vibrando otra vez. Voy a tener que escribir en las paradas –que por suerte son unas cuántas a lo largo de la llanura lombarda.
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Venecia. Las estaciones eran muchas, pero no tuve en cuenta que a lo mejor el Orient Express no paraba en ellas. Y acá en Venecia nos quedamos nada más que diez minutos –un ratito miserable para hacer el intento y escribir. Ni siquiera tengo tiempo para comprar una estampilla italiana, así que voy a tener que mandarte esto desde Trieste.
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Las cascadas suizas estaban congeladas y parecían sólidas y brillantes cortinas de hielo suspendidas sobre la roca. Tan hermoso... Italia está tapada de nieve.
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Vamos a arrancar de nuevo. Voy a tener que esperar hasta mañana a la mañana en Trieste. Perdonáme por haberte escrito una carta tan corta.
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Vita Sackville-West
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Milan [posted in Trieste]
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I am reduced to a thing that wants Virginia. I composed a beautiful letter to you in the sleepless nightmare hours of the night, and it has all gone: I just miss you, in a quite simple desperate human way. You, with all your un-dumb letters, would never write so elementary a phrase as that; perhaps you wouldn't even feel it. And yet I believe you'll be sensible of a little gap. But you'd clothe it in so exquisite a phrase that it would lose a little of its reality. Whereas with me it is quite stark: I miss you even more than I could have believed; and I was prepared to miss you a good deal. So this letter is just really a squeal of pain. It is incredible how essential to me you have become. I suppose you are accustomed to people saying these things. Damn you, spoilt creature; I shan't make you love me any the more by giving myself away like this --But oh my dear, I can't be clever and stand-offish with you: I love you too much for that. Too truly. You have no idea how stand-offish I can be with people I don't love. I have brought it to a fine art. But you have broken down my defences. And I don't really resent it.
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However I won't bore you with any more.
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We have re-started, and the train is shaky again. I shall have to write at the stations –which are fortunately many across the Lombard plain.
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Venice. The stations were many, but I didn't bargain for the Orient Express not stopping at them. And here we are at Venice for ten minutes only, –a wretched time in which to try and write. No time to buy an Italian stamp even, so this will have to go from Trieste.
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The waterfalls in Switzerland were frozen into solid iridescent curtains of ice, hanging over the rock; so lovely. And Italy all blanketed in snow.
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We're going to start again. I shall have to wait till Trieste tomorrow morning. Please forgive me for writing such a miserable letter.
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Vita Sackville-West.
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